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Fui una de esas niñas que siempre estaba en su mundo de ensueño. Espaciada en el tiempo mi reflejo era lento como un caracol. Mi mamá trató de todo, desde hacerme aprender ballet, arte, piano para despertarme un poco. Pero por desgracia nada funcionó. Incluso con el piano, nunca aprendi ni una nota. Yo estaba oficialmente etiquetada como una niña lenta.

Cuando tenía 7 años de edad mi familia se trasladó a Texas. Yo seguí luchando conmigo misma y encima tenia el nuevo idioma que debía aprender en los próximos 2 años, lo único que podia hacer era asentir con la cabeza para si o no.

Te aseguro que Dios había escuchado mis gritos dentro.
Siento que dios me dio una oportunidad cuando tenía 8 años de edad.

Un día acompañe a mi mejor amiga a su clase de violín. En ese momento, supe que quería ser violinista. Yo sabía en mi corazón que era mi destino y nací para ser violinista.
Recuerdo cuando enterré una cápsula del tiempo bajo un árbol del patio cuando tenía 9 años de edad con un amigo. Escribí “Quiero ser una gran violinista”. Hoy en día, mi corazón no ha cambiado. Trabajé muy duro y avanzaba como violinista muy rápidamente. Todo iba bien hasta que nos mudamos de nuevo a mi país de origen, Japón.

Era una adolescente en aquel momento y llegué a otra pared grande. Mis padres no querían que yo continuara con el violín porque era muy costoso y también se preocupaban por mis estudios, porque estaba muy atrásada con mi japonés.

También mi profesor de violín en aquel momento destrozaba totalmente mi autoestima diciéndome que no valia nada tocando el violín. En el colegio mis compañeros me acosaban y en casa no paraban las discusiones fuertes.

Dejé de tocar el violín de estrés emocional y sabía que necesitaba salir del país, lejos de todo esto. Solo yo y mi violín.
¿Cómo, sin dinero?
Solicité beca para la Universidad en inglatera para realizar mi Licenciatura en música.

Para mi suerte, la Universidad había cerrado el curso de música cuando llegué, porque no había bastantes estudiantes apuntados.
Ya no había vuelta atrás. Así que decidí tomar artes escénicas que era el curso más cercano relacionado con la música. El curso de artes escénicas fue de 3 años sin tener tiempo para tocar mi violín.
Una navidad, fui a Japón para ver a mis padres. En mi camino de vuelta, estaba esperando mi autobús para regresar a la universidad. Había 2 horas de tiempo de espera, estuve paseando por el aeropuerto con mi violín en mi hombro.
Luego de la nada, apareció un hombre, bajito, delgado y casi calvo. Se parecia a Roberto Benigni de “La vida es bella”.

El me seguía. En un momento, me volví para enfrentarme a él y saber que quería.
Él respondió: “Quiero ver tu violín ¿puedes mostrarmelo?”
Le dije que “No” pensando que el me podría robar. Pero pensé que como era dentro del aeropuerto el no podría ir a cualquier lugar sin ser atrapado.

Así que dije “OK”
Cuando le mostré el violín, quería que tocara algo. Con confianza, para sorprenderle toque Mozart Concierto para violín Nº 3 . El escuchaba con expresión seria. Cuando terminé, él dijo “muy bien. pero si corriges esto y esta técnica, será más fácil” Yo lo miraba con sorpresa. Sólo un violinista experto sabría acerca de estas cosas.

Tímidamente me preguntó si él podría tocar mi violín”

Le dije ”Por supuesto”
Cuando tocaba mi violín, no podía creer lo que escuchaban mis oídos. Él toco una de las piezas mas difíciles de violín Sebilius en perfección. Inmediatamente le pregunte si podría tomar clases de él.
Él dijo “No puedo enseñarte porque yo no vivo aquí, estoy esperando mi vuelo de conexión. Pero si usted quiere llegar a ser un gran violinista, vete a Rusia donde están todos los secretos de los violinistas…”
Para mi disgusto nos tuvimos que despedir.

Dos años más tarde, después de graduarme, me trasladé a Londres. Todavía soñando en convertirme en una gran violinista. Sabia que era demasiado tarde para llegar a ser una gran violinista clásico. Mi técnica ya no era buena por dejar de tocar el violín.
Buscaba desesperadamente una manera de volver a ponerme en forma y trabajar como violinista. Mis padres me dijeron que dejara de soñar y consiguiera un trabajo serio. Sin embargo, no podia dejar mi sueño, tocar el violín.

Todas las noches iba a la esquina de la calle de Covent Garden en Londres, donde los hombres estatua de la calle estaban actuando. Después de una semana, una noche abrí mi estuche de violin para tocar, un hombre bajito y flaco escuchaba a distancia. Él se fue acercando y cuando estuvo a mi lado dijo “Si usted corrige esto y esto, tocaría mejor” me sorprendió porque sólo un violinista tendría este tipo de conocimientos. Inmediatamente le dije si él me podía enseñar. Empece a hacerle preguntas como de donde proviene y no quiso decirme, pedí su número pero no tenía, pregunté su nombre y no quiso decirme. Solo me dijo que podía llamarlo “Maxwell”, y que dar clases seria imposible porque no vive en Londres. Pero él podría presentarme a un buen profesor en Rusia. Pero al ver en mis grandes ojos chispeantes las ganas que tenia de tocar el violín, me dijo:

“Usted debe tener mucho cuidado, el violín es como una droga crea adicción. Tienes que tratarlo con mucho cuidado. Podemos encontrarnos a las 10:00h aquí mañana”.

Fue bastante misterioso pero no me importaba.
Sentía que había ganado un premio. Llena de alegría cerraba los ojos, repentinamente la palabra Rusia se cruzaba en mi mente hasta que me di cuenta que era el mismo hombre que encontre en el aeropuerto hace dos años…!

Así empieza mi historia de ser violinista. El hombre misterioso aparece y desaparece muchas veces en mi vida como si fuera un mago.
Lo encuentraba en la calle sin planear..
Clases locas en una casa extraña.
Un hombre apasionado del violin y la política, con miedo de la gente.

Un día desapareció misteriosamente cuando nunca había fallado día tras día siendo puntual durante cuatro meses, el mismo día que ocurrió un atentado terrorista en Londres.

Después de unos días apareció misteriosamente.
Hoy en día todavía no se ni su nombre verdadero ni su nacionalidad…..

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